lunes, 3 de agosto de 2015

El TDAH no existe


Siete meses antes de morir, Leon Eisenberg, quien describió el trastorno de déficit de atención con hiperactividad por primera vez, dijo a Der Spiegel que éste era “un excelente ejemplo de un trastorno inventado” y que “la predisposición genética para el TDAH está completamente sobrevalorada”.
Para algunos era una confesión sobre una invención que sustentaría científicamente la venta de medicamentos (basados en metilfenidato), para otros se entendía sólo que este “síndrome” estaba sobrediagnosticado. Para el psicoanálisis, el “TDAH”, lo ve como cualquier otro padecimiento, la medicación es el último recurso sobre todo si se trata de menores.
Joseph Knobel Freud es psicoanalista especializado en niños y adolescentes, y para él dicho trastorno (término que también desecha) no existe, sino es una enfermedad creada por la industria farmacéutica para vender un medicamento.
En entrevista, con motivo de su visita a México para participar en el Primer Congreso Internacional para la Formación Humanista, realizado en la Universidad Iberoamericana, expone cómo la creación de esta
disease mongeringno sólo es un acto de perversión de las industrias, sino que además impide encontrar el verdadero problema: drogar a un niño, sedarlo, imposibilita explicar su conducta.
—Ha mencionado que en España ha habido una implicación de las farmacéuticas con los médicos y que tiene pruebas.
—Sucede en España, pero también en EU y Alemania. El mismo Eisenberg, antes de morir, declaró que no existía, que le habían pagado millones para decir lo contrario.
—Y sin embargo se sigue diagnosticando.
—Sí, porque varios laboratorios invierten mucho dinero para que los neurólogos, pediatras y psiquiatrías lo sigan haciendo. Es muy rentable descubrir una droga que produce un efecto, pero en este caso se trata de un disease mongering. Esto se nota cuando empiezan a formarse grupos de padres en las escuelas porque de pronto se ha convertido en una epidemia, ya sea en Estados Unidos, Europa o México.
Enseñan a los maestros a pasar un test para identificarlo, les dicen que tengan cuidado al primer síntoma (si el chico se mueve demasiado, muerde el lápiz… si se distrae…) y hacen verdaderas campañas publicitarias.
Entonces los padres se dicen “y a ti cómo te va con el Concerta”, “pues a me va mejor la Ritalina”, que además son marcas distintas de la misma droga (metilfenidato), ¿por qué no habrá genéricos? Cuando los haya veras como desaparece el TDAH.
Para el fundador de la Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Barcelona, hay muchas malas coincidencias que pueden verse sin necesidad de psicoanálisis, sólo basta un poco de lógica. “¿Hace 50 años no nos movíamos mucho?, ¿prestábamos atención todo el tiempo?, ¿tanto ha cambiado la sociedad que ahora somos más movedizos, hiperquinéticos y desatentos?... o en realidad hay una perversión en la industria farmacéutica que pretende demostrar que:
porque nos falta una sustancia en el cerebro, al dárnosla nos sentiremos más tranquilos”.
Es decir, explica, la lógica es pensar que la falta de metilfenidato en nuestro sistema nervioso central es lo que provoca nuestra hiperactividad. “No es verdad, lo que nos hace movernos tanto es otra cosa, que nada tiene que ver con la química del cuerpo. Sí, la podemos tratar químicamente, como utilizar un hipnótico para el insomnio. 
—¿Pero hay un trastorno o no?
—Hay un chico que se mueve, mejor averigüemos qué le pasa. De lo contrario, la adolescencia también sería un trastorno y todos pasamos por eso. No hay que etiquetar.
—¿Entonces es una patología?
—Sería un síntoma, que no es una palabra menor. Lo definiría mejor de la siguiente forma: es el resultado de cómo tramito personalmente un conflicto que está afectando mi aparato psíquico y que es una respuesta sintomática, conductual, no estar atento o querer llamar la atención. Yo, como psicoanalista, tengo que escuchar ese síntoma para saber cuál es el problema, pero si lo tapo [medicando] ya no lo puedo escuchar.
ENCANTO SUTIL. Knobel Freud enfatiza sobre el peligro sobre etiquetar a la gente, clasificarla de acuerdo a actitudes negativas que antes no veíamos y que ahora se han vuelto trastornos.
“Un chico que protesta, o alguien que las lleva a clase, ahora tiene un trastorno oposicionista desafiante (TOD). Quizá algún laboratorio ya investiga qué medicamento darles porque seguramente el síndrome invadirá las aulas y aparecerán TODs por todas partes. Las industrias farmacéuticas primero inventan el medicamento y después buscan el sustento de éstas”.
Hay niños y jóvenes que se portan mal, sí, añade, pero se corre riesgo de clasificar a una persona con un padecimiento y medicarlo, en vez de   investigar cuál es el trasfondo de ese comportamiento.
—Habrá médicos que tengan vínculos con las farmacéuticas, pero habrá otros que simplemente siguen lo que dicen los manuales sobre estos “trastornos”.
—No creo tanto en la ingenuidad de los neuropediatras, psiquiatras y psicólogos, pero en caso de que sea así debemos de tener más cuidado porque estamos en manos de gente muy ignorante. Hay que leer estos manuales pero no creerlos como si fueran la verdad de dios, hay que estudiarlos para saber qué tan ciertos son.
Por otra parte, el contacto de los médicos con las farmacéuticas al que usted hace alusión es más sutil.
Joseph Knobel refiere que si bien se les paga a los médicos para que digan que existe el TOD, desórdenes como el obsesivo compulsivo  o el TDAH, el modus operandi en campo no tiene que ser tan explicito.
“Tú eres pediatra y ves muchos niños; yo (farmacéutica) te envió un visitador médico porque sé que tienes tu consultorio en un barrio con poder adquisitivo alto y sé que la gente podrá comprar el medicamento. Entonces yo te oriento sobre qué pasa si no medicas el TDAH y, casualmente, te pago unas vacaciones en Cancún y le llegará un ramo de flores a tu esposa en casa…
Es momento de la opacidad moral y es que para el psicoanalista las farmacéuticas son la demostración más cruda de cómo funciona el capitalismo a ultranza: si hay que destrozar a la competencia se hace, si hay que comprar a los médicos se compran. Fenómeno que, acota, no sólo sucede en la neurología y pediatría, sino en todos los campos de la medicina.
“Es un guiño, sutil y subliminal para que a los psiquiatras les guste mucho Pfizer. Pasarán una semana como rey en complejo turístico, en Navidad les llegará el mejor vino de la Rioja y tal vez así les gustará recetar Ritalina”.

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